¿Alguna vez has sentido la motivación de acercarte a alguien de repente y simplemente preguntarle: «Oye,¿quieres ser mi amigo?» Bueno, probablemente esa no sería la forma en la que te acercarías a la persona y evidentemente esas no serían las palabras que utilizarías para iniciar una conversación, pero creo que te imaginas a lo que me refiero.

 

Varias veces en mi vida he sentido que me encantaría entablar una amistad con alguien a quien apenas conozco. Simplemente hay algo en esa persona que me inspira confianza. Tal vez sea su carácter amable o su cálida sonrisa, pero algo me hace sentir que me llevaría bien con esa persona. Además, ¡sería fantástico tener más amigos!

 

Descubre nuestros recursos en Español para grupos pequeños.

 

Cuando yo trabajaba en una parroquia asistía semanalmente a Misa los jueves por la tarde. A menudo notaba a una muchacha que se sentaba sola y mostraba un comportamiento amigable y una profunda devoción a la Eucaristía. Habíamos intercambiado sonrisas un par de veces, pero eso era todo. 

 

Un día, me di cuenta de lo inmersa que ella estaba en la oración. Comencé a rezar por ella y le pedí a Dios que la ayudara en cualquier situación por la que estuviera pasando. Le dije a Dios que sería bueno conocerla y formar una amistad. Pero no sabía cómo hacerlo. Sabía que no era tan sencillo como acercarme a ella y presentarme. Me parecía que sería un poco extraño y sentía que ella pensaría lo mismo.

 

Aquella noche terminó la Misa y comencé a caminar hacia las puertas principales de la iglesia. Al dar la vuelta, vi que la muchacha me miraba y hacía señas, como si tratara de decirme algo. Inmediatamente miré hacia atrás para ver si tal vez estaba saludando a alguien detrás de mí, pero me di cuenta que era a mí a quien se dirigía. 

 

Resultó que ella tenía una pregunta para el párroco y quería saber si yo podía hacerle el favor de preguntarle. Intercambiamos números de teléfono para poder darle la respuesta del padre y nos despedimos. Ese día me fui a casa sonriendo al ver cómo Dios trabaja para que las cosas funcionen. Estaba segura de que no era una coincidencia. Era Dios obrando. Si Dios me escuchó en algo que yo consideraba tan insignificante en el gran esquema de las cosas, ¿cuánto más me escuchará cuando le pida cosas más grandes?

 

Cada vez que nos veíamos después de ese momento, nos saludábamos y nos preguntábamos cómo nos iba. Unas semanas más tarde, me invitó a ver una película con su familia, y unas semanas después, fuimos al concierto de una cantante Católica. Tuvimos una buena conversación y ella me hizo preguntas maravillosas sobre la fe. ¡Descubrí que tenía más cosas en común con ella de lo que pensaba!

 

Dios, en su infinito amor y misericordia, anhela ayudarnos a establecer lazos significativos con los demás. Él es un Dios de relaciones. Él quiere que tengamos buenos amigos y Él sabe exactamente a quién poner en nuestro camino en el momento adecuado. Lo único que tenemos que hacer es estar atentos y pedirle. Él se encargará del resto.

 

Adriana Rivera es Creadora Asociada de Contenido en The Evangelical Catholic. La misión de Evangelical Catholic es equipar a los Católicos para vivir la Gran Comisión.

 

¿Quieres Aprender Más?

Lee Más Artículos Como Éste